Pese a que hace 58 años Belén Valencia partió de este mundo solo hace 7 los restos de esta descansan en un lugar decente. La razón es que cuando Belén murió el presbítero Lázaro Álvarez impidió que fuera enterrada dentro de los muros de un lugar bendito y estampó en su partida de defunción la siguiente sentencia: Pecadora Pública. La historia de este mujer llama a muchos la atención y encierra de una de las leyendas que cobijan los cementerios de Riosucio.
Hola Riosucio llegó hasta el Cementerio San Sebastián más conocido como el “Cementerio Nuevo” y revivió la historia de una dama que hoy por hoy, reposa en el osario No. 202 del conjunto denominado Juan Pablo II. Allí una lápida con la fecha del 29 de marzo del año 1958 registra la muerte de Belén, un misterio hecho mujer de cual nadie sabe de donde vino y cómo llegó al pueblo del carnaval.
“Pecadora Pública”
La condena del sacerdote fue consecuencia del oficio que desempeñaba la legendaria protagonista de esta crónica: ejercer el trabajo más antiguo del mundo… la prostitución. Ello llevó a que a su muerte su cadáver fuera enterrado en la manga contigua al cementerio, es decir, por fuera de tierra bendita, en un lugar conocido como “El Muladar”, destinado para servir de morada eterna a réprobos, suicidas, ateos y una amplia gama de graves pecadores.
Todo lo que rodea a esta mujer tiene matices míticos, lo que la ha hecho protagonista de leyendas urbanas e inspiración de escritores y cronistas locales, muchos de los cuales iban a leer versos ante su tumba, en noches de luna llena y que llevó a uno de ellos, Arcesio Zapata Vinasco a pronunciar una frase a manera de epitafio o réquiem: “Llegamos tarde”, dado que por las diferencias generacionales, no alcanzó a conocer de primera mano la fascinación que despertaba en los hombres.
Quienes la conocieron no saben precisar su lugar de origen, su familia y su fecha de nacimiento, solo indican que vino al mundo en algún lugar de Boyacá, que llegó a Riosucio muy joven buscando vida, que era la copera oficial del café “Apolo” y que tenía su propia cantina en el sector de la zona de tolerancia, lugar donde atendía lo más selecto de la sociedad riosuceña de aquella época.
Se cuenta también su extraordinario parecido con la diva argentina Libertad Lamarque, su buen desempeño en la cama, las obras de caridad que realizaba y su fe en Cristo, que la llevaba a costear el perfume con el que se ungía al Santo Sepulcro, a la manera de una Magadalena moderna, aunque no se podía arrimar a la iglesia y su colaboración con la Fiesta de la Candelaria.
Como la diva que era, gustaba de vestirse y adornarse bien, para lo cual usaba a sus clientes, seleccionados entre los ricos del pueblo. Uno de ellos, un carnicero que apodaban “Corozo” perdió su fortuna tratando de complacerla lo que llevó a decir en los corrillos populares que las nalgas de Belén eran tan fuertes que eran capaces de quebrar un corozo.
No fue ajena al amor, su amante pasional fue un galán local llamado Manuel Valencia Bueno con quien protagonizó una trágica historia pues fue asesinado en su cantina meses antes que ella.
Mujeres que la conocieron y la trataron dan fe de sus modales y buenas maneras. Algunos hombres también recuerdan que se ofrecía para la iniciación de los muchachos, a quienes se los “daba” gratis.
La Muerte
Belén murió en su ley, en su cantina, a manos de uno de sus amantes obsesionado con ella, un policía de apellido Montoya oriundo de Quebralomo que la ultimó llevado por los celos.
En su tumba en el muladar se puso su nombre el cemento, pero uno de los guaraperos que pasaba proveniente de Sipirra puso con un carbón debajo de su nombre la siguiente leyenda: “Por fin duerme sola.”
La Reivindicación
Un grupo de riosuceños, admiradores de Belén, bien porque la conocieron o cautivados por su leyenda, decidieron hacer un acto de justicia y trasladar sus restos al campo santo 50 años después de su muerte, con el fin de saldar la deuda discriminadora cometida contra ella. Se inició una campaña liderada por Arcesio Zapata Vinasco, Arnulfo Vinasco Calvo y Herman Hoyos pero solo consiguieron la autorización para exhumarla, trasladarla al osario y que un diácono hiciera un pequeño oficio religioso.
Belén fue traslada acompañada por sus seguidores, una de sus colegas que sigue viva y aquellos que aún hoy repiten como un salmo: “Llegamos tarde”.
El Muladar
En 1887 el gobierno conservador de la Regeneración le entregó a la iglesia el manejo de los cementerios, lo que por supuesto originó que fueran los curas quienes definieran quiénes podían ser enterrados allí y quiénes en la parte exterior de los mismos. Ese lugar no bendito, o sea no santo, se conocía con el nombre de Muladar y allí iban a dar los suicidas, los ateos, los pecadores públicos y todo aquel que no fuera de los afectos del cura de turno.
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