Por: Álvaro Gartnet #Opinión
Cuando empezó a hablarse de crear el departamento que llevaría el nombre de Caldas, se tenía por eventuales capitales a Pereira, Manizales y Riosucio. La primera representaba el poder económico y la segunda el político. Riosucio era el bastión intelectual.
Cuando empezó a hablarse de crear el departamento que llevaría el nombre de Caldas, se tenía por eventuales capitales a Pereira, Manizales y Riosucio. La primera representaba el poder económico y la segunda el político. Riosucio era el bastión intelectual.
Éste ya era capital, de
la Provincia
de Marmato, que estaba en crisis social y económica por la apropiación violenta
de las minas de oro a manos del general conservador Alfredo Vásquez Cobo. Nadie
podía oponerse abiertamente y los clamores sociales no tenían eco en los
tribunales ni el alto Gobierno.
Para protestar se apeló
a una forma hasta entonces no conocida aquí: la prensa. Improvisados periodistas
fueron la voz de una provincia amordazada y amedrentada.
Los primeros periódicos
locales eran manuscritos, pues no había imprenta en ningún pueblo de la
provincia. Así circularon El Criticante
y El Principiante a finales de 1908.
En enero de 1910 apareció El Espejo.
Ese año, el empresario
minero Bartolomé de la Roche se asoció con otros riosuceños para comprar imprenta,
lo cual causó abundante cosecha de periódicos. Detrás de La
Opinión , fundado en marzo de 1910 por don Clemente Díaz
Morckum, apareció La Razón tres
semanas después, con el lema “los pueblos que no reclaman sus derechos nunca
los tendrán”. Luego, El Microbio, El Cabuyero, El Grano, El Piloto, La Unión, El Cangrejo y El Minuto. El
más importante fue La Opinión.
Algunas publicaciones
adoptaron tono humorístico para ejercer una feroz crítica mediante la sátira y
la parodia, poniéndose a salvo de la censura oficial. Cada una, en su estilo,
contribuyó a que la ciudadanía de la provincia tomara conciencia de la gravedad
de la situación. Y aunque la mayor parte desapareció antes de que los problemas
causados por la satrapía de Vásquez fueran resueltos, todos cumplieron con el papel
de mantener en primer plano los intereses colectivos.
Los años 30 y 40 serían
el periodo dorado de la prensa riosuceña. Salieron a circulación Occidente, que dirigía don Néstor Bueno
Cock; Ingrumá, dirigido por don
Joaquín Emilio Restrepo y Monitor, de
Roberto Zuluaga. Además de ser las publicaciones periódicas de más largo
aliento, fueron impulsoras del progreso de la población.
Todos abrieron las
puertas de la prensa a la mujer. Destacaron: Domitila Palomino, Elia Velasco de
Puerta y Purificación Calvo de Vanegas. Luego, Orozzia Rodríguez Cuesta. Luego
aparecerían El Mundo y Correo de Occidente.
Los años sucesivos
fueron un lento declinar, con periódicos de circulación irregular y efímera duración.
Cuántos no pasaron de la primera edición.
El más reciente –y
enorme- esfuerzo periodístico escrito riosuceño fue El Sol del Ingrumá. Cuando éste se ocultó detrás del cerro,
Riosucio pasó largo periodo sin contar con medio impreso. Exceptuando, claro
está, El Mordisco y las hojas
volantes. Pero estas últimas están en crisis de calidad, en su mayor parte.
Por todo ello hay que
saludar alborozados la aparición de Hola,
Riosucio. Sale a la luz bajo el peso de prolongada y fecunda tradición
periodística, con el compromiso de seguir mostrando que nuestra población es un
bastión intelectual que resiste el paso de los siglos.
¡Larga vida al nuevo
periódico!
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